diumenge, 27 de juliol del 2014

MADRID

Me he caído de la cama.
Cuando un domingo una se levanta a las ocho de la mañana sin razón como mínimo siente que está quebrantando alguna ley. Parece que el domingo está hecho para vagabundear del sofá a la cama después de estar un par de horas recreándose en un despertarse imposible, pero no soy capaz.
Supongo que ayuda el hecho de haber amanecido con el cojín como única compañía, si no esta historia tendría otro principio, algo así como : “Soy tan parte de la cama como de ti”…
Pero no, aquí una que se pasa el día acompañada ha elegido dormir sola y su alarma interior le ha pegado un par de patadas demasiado pronto.
Me he caído de la cama y he saltado a la calle, y la ausencia de almas me ha dicho que es domingo y que estoy en La Latina, barrio de resaca.
Qué silencio! Madrid se detiene un poco, las persianas me dan la espalda y yo busco una cafetería.
Policía sí que hay, y como soy la única que se atreve a cruzar la calle me siguen con la mirada, creo que no cuadro ni a la de tres en estos paisajes porque no tengo pinta de lianta con mi portátil y libreta bajo el brazo.
Quizás mi búsqueda va a ser más ardua de lo que imaginaba, parece que ninguna de las terrazas que conozco es capaz de desplegarse para mí. Casi oigo a las sillas riéndose al verme pasar a esas horas y  a las mesas plegadas preguntándome: “¿Dónde vas, catalana?...¿Te has caído de la cama?”.

Sí, ostias, me he caído de la cama, pero lo llevo bien, no me toquéis las narices.

Subo la calle Mayor y paso frente al hombre del culo pelado que mira las ruinas. Estoy a punto de preguntarle a la policía por ese tipo, pero enseguida me los imagino comentando entre ellos la jugada cuando me aleje y me cohíbo, ya me lo contará de una forma más impersonal la Wikipedia o alguna página de historia de la ciudad.

Sigo caminando calle arriba, me cruzo con una pareja de adolescentes, él enganchado a ella que se empieza a dar cuenta de que se está llevando un pulpo baboso a casa.
Y aquí está la Plaza Mayor, qué maravilla, ya empiezo a ver que no estoy sola en esto de transgredir las costumbres domingueras de quedarse perreando en casa, no soy la única santa aburrida que no está de resaca, pero sigo siendo la única friqui que va con un netbook bajo el brazo.
Ahí están mis terracitas abiertas, ya me siento un poco menos fracasada. Me meto debajo de los arcos y decido dar la vuelta entera a la plaza para escoger punto de anclaje con café en mano. Me cruzo con un friqui, ahora sí empiezo a sentirme parte de este mundo, él no lleva portátil pero va trajeado y no sé qué es peor.
Y no sólo hay terrazas y friquis sino paraditas de antiguallas y variedades múltiples de objetos que exponen personas que sí que tienen hoy una razón para madrugar.
Sigo adelante y antes de sentarme en la terraza elegida entro a pedir mi café con leche. El camarero está solo y me responde de espaldas y con pocas ganas mientras coloca botellas de agua en la nevera. Ya estaba pidiendo demasiado, una terraza abierta un domingo a las ocho de la mañana con un camarero simpático…y con la Tuna cantándome las mañanitas estaréis pensando, no?
Me llevo el café  con leche de dos euros con setenta y cinco a la mesa y disfruto de mi momento viendo despertarse a la ciudad que me tiene un trozo de corazón robado.
Mido mi fortaleza y mi bienestar en base a mi capacidad por esquivar el cigarro de después del café, me toreo el mono y apuesto por tener una mañana lúcida, pues me quedan pocos días por estos parajes y quiero tener el paladar limpio para saborearlos minuto a minuto.
Escribo y voy alzando la vista a los que comen churros, al hombre del puro, a Felipe III y al camarero de la terraza de al lado cansado de explicar a los guiris que si piden “coffee” tienen que especificar si es con leche, cortado, capuccino…etc.
Termino y doy la media vuelta a la media plaza que me quedaba por recorrer, sin poder detenerme demasiado en las paradas de monedas y sellos porque cada vez que lo intento el vendedor y los que le rodean me clavan la mirada de forma inquietante, supongo que llevo demasiada poca ropa, los pantalones ceñidos y cortos y la pequeña camiseta de tirantes me cubren lo justo para no ser denunciada por escándalo público pero no lo suficiente para pasar desapercibida. Me recojo el pelo, a ver si eso ayuda, pero no funciona y empieza a incomodarme demasiado la sensación de ser como esas reliquias expuestas en las mesas que tengo delante donde todos clavan las miradas. Pensaba que si no me pongo los tacones esto no tenía porqué suceder, pero por suerte no es así, y vuelvo a medirme pero esta vez con los ojos hipnotizados de los vendedores.
Me deslizo por los pasillos malolientes de debajo de los arcos y vuelvo a la calle Mayor, está bonito el día, me duelen los ojos y pienso en la siesta que me voy a regalar para curarlos un poco y pedirle perdón al domingo.
Recorro el puente de Segovia y mientras miro las cristaleras y pienso en los que se rindieron allí por completo me doy cuenta que mi cerebro está pensando en formato relato. Me asusto un poco por la sensación de estar poseída por una especie de apuntador o guionista. Me recuerdo a la tortuga Morla de la Historia Interminable y me digo a mi misma: “-Estamos bien, eh, vieja!...quién lo diría con lo que hemos sufrido…”.



dimarts, 22 de juliol del 2014

CRUASANS Y SEMEN


Están haciendo cruasans en el bar del mercado municipal donde desayuno, pero huele a semen.
Todo me huele a esos fluidos que se han convertido en mi pan de cada día -nunca mejor
dicho-, todo me huele a polla y semen desde que soy puta.
Voy a hablar en éste escrito de olores, sexo y educación.
Soy una mujer refinada, no en exceso pero lo justo para que me haya costado sentirme en mi pleno derecho de usar la jerga de mi nuevo oficio sin sentirme inmunda, chamagosa, impura, obscena y maleducada....
Quizás ahora cada vez que sale "polla" por mi boca también me sale toda la rabia que me han hecho acumular los guardianes del orden moral lingüístico, esos tipos que se encargan de aniquilar cualquier intento de libre expresión por parte de los que empiezan a investigar con las palabras, porque aprender a hablar es como una aventura, tú dices cualquier cosa y eso causa una reacción, pasan cosas...pero cuidado, hay palabras prohibidas que aunque las pronuncies sin el más mínimo resquicio de malicia pueden hacer que te rechacen traumáticamente, que te confundan con lo que no eres, que te asocien con cosas que no sabes ni lo que son pero intuyes que no tienen absolutamente nada que ver contigo.
Hace poco hablando con un cliente (refinado de verdad, no como yo) le comenté en medio de la conversa: "..sí, ésto y lo otro sucede desde que soy puta..". Inmediatamente, y en un tono ofuscado me dijo: "no digas esa palabra, tú eres una dama....". Entonces me dí cuenta de mi evolución, sin vuelta atrás, y me volví a percatar del atasco mental en el que nos tienen sumidos esos que os citaba, los custodiosos del orden,  la rectitud y la supuesta decencia, gente que no pondrá nunca émfasis en la intencionalidad que hay detrás de lo que se dice, sinó que se recreará en preservar un estigma con su profundo pánico como protector.
Dixi y sigo con lo del semen y los croissants:
Soy refinada lo justo para que me cueste aceptar que todo me huele a sexo.
Supongo que si mis guías del oficio me puntuaran como en el cole en mis notas pondría: "evoluciona favorablemente" o "avanza con normalidad". Ya fuí advertida, cómo me acuerdo de tí, PaulaVip, me doy un baño con tres jabones - uno de ellos exfoliante para desincrustar psicológicamente los restos de lo que no quiero guardar en mi piel-, pongo sales con olor a rosas en el agua, me froto con la esponja, me quedo en remojo, repito el proceso si ese día el grado de refinamiento se agudiza, me aclaro y salgo creyéndome victoriosa de la bañera para descubrir al cabo de nada que todavía huelo a la polla de Fulanito, mi último cliente. No puede ser, pero es y parece que será para rato así, hay olores que no solamente se incrustan en la piel, sinó en la profundidad de los rincones de cada poro de alguna capa de nosotras que no han sabido definir los que me enseñaron anatomía clásica.
No me producen rechazo los olores del sexo, al contrario, si no estaría perdida o sería como un carnicero vegetariano; acostumbro a recrearme con esos olores, pero ahora la cosa ha cambiado, y si insisten en estar siempre ahí tercamente adheridos no hay tregua, mi vida se convierte en sexo veinticuatro horas al día, full time como luzco en las páginas donde me anuncio, y no quiero, ahora mi deseo es que mi cruasán huela a mantequilla y saborear por un rato mi lado de vida aburrido, volver a ser la pueblerina en la que nadie se fija pq no va en tacones y con los labios rojos.
Horas más tarde llego a mi siguiente cita como una moto, tarareando mi versión..."Sex is in the air, everywhere I look around..".........Soy puta, desprendo sexo, mis hormonas emanan una fragancia veinte veces más intensa que antes, o mi cara me delata, pero insisto en pensar que yendo vestida "normal"no pueden pasar cosas como la que está a punto de suceder: un jovencito me tira los tejos...:
Yo llegaba a mi apartamento con prisa para mi siguiente cita y para ahorrarme tiempo y párking se me ocurrió estacionar en el recinto de una obra muy cercana. No había nadie mirando, entré con decisión y cuando cerraba la puerta del coche apareció él. Se le veía un mozo sano, más bién educado y tímido y su forma de acercarse a mí me cautivó; lo siento, puedo decir puta, polla y semen pero me siguen causando una especial atracción éste tipo de personas que se consideran corteses y retraídas. La timidez me despierta ese atractivo que hay en el reto de ir desenmascarando capas que la persona que la luce no permite descubrir a cualquiera y me provoca un cierto miedo y preocupación -quizás aquí sale la madre Teresa de Calcuta que llevo dentro- de que ese susodicho vaya a parar a manos no adecuadas, que no tengan la extrema delicadeza que puedo ofrecerle yo; mi voz interior, mi profunda  paranoia dice algo así como...."ese tipo debe de estar sólo en mis manos, sinó corre peligro..".
Sigo: ...con la excusa de que había aparcado en una obra donde en teoría no se podía, empezó la conversa, abierta fácil y amable por la promesa de mi protector de no delatarme a sus compañeros. Cualquier princesita de 15 añitos se hubiera deshecho ante aquel bomboncito tierno pero yo no hacía más que sorprenderme y dudar de lo que estaba más que claro: se había fijado en mí y no por saltarme las normas de el recinto donde trabajaba.
Cuando volví a a la realidad de mi limitación temporal -llegaba justísima a la cita- puse cara de irme y él, haciendo un valiente gesto dejó de golpe su conversa de ascensor y se confesó brevemente pero con toda claridad, con propuesta incluida. Hasta el momento había sido suficientemente expresivo para que yo vislumbrara sus intenciones pero su elocuencia se acentuó súbitamente y pronunció las palabras mágicas después de advertirme que a las 17.30h cerraban la obra y que si no acudía antes me quedaba sin coche hasta el día siguiente.
-...."Te tienes que ir corriendo?cuando vuelvas te invito a una cerveza si te apetece, vale?..eres muy atractiva..."
No sabré describir la mezcla de sensaciones que se me despertaron..quizás ternura, instinto maternal, subidón de autoestima.........pero tuve que seguir andando rápido, aunque sin dejar de mirar atrás hasta casi chocar con la valla que cercaba su castillo en construcción. No sabía que decir y le regalé una sonrisa enorme y sincera que él me correspondió.
Todavía miro para atrás un poco nostálgica, buscándole y a la vez pensando en Joan, un posible cliente de veintidós añitos que quiere que lo desvirgue; creo que si se da el caso lo pasaremos bién, muy bién..ahora ya estoy preparada.

P.D.: Semen, puta, polla.

dijous, 17 de juliol del 2014

¿TE PUEDO HACER EL AMOR?



Bajaba yo por Plaza España cuando recibí una llamada con propuesta para cita inmediata de una de las agencias para las que trabajaba. El cliente, madrileño que estaba de visita laboral, pedía un “servicio exprés”, que es como yo llamo a los que son solicitados con urgencia. El sujeto quería una escort en su habitación avisando con un cuarto de hora de antelación y yo pasaba por las cercanías de su hotel “por casualidad”. Esa semana, como en todas las épocas en las que estoy lúcida, ocurrían muchas cosas “por casualidad” y cuando colgué el teléfono sonreí y no le dí más vueltas, no tenía tiempo para recrearme en la magia de la vida.

Empecé a acelerar mi paso hacia el hotel donde se alojaba Eduardo y ordené mis pensamientos para prestar atención a los automatismos que todabía no había desarrollado por mi incorporación reciente en el oficio. Debía entrar en el hotel con decisión y soltura, encontrar los ascensores y todo estaría casi resuelto, después una vez con él debía pedirle que me permitiera ducharme, ya que había estado buena parte de la mañana recorriendo Barcelona y había hecho una última carrera para no hacerle esperar.
No me gustaba nada la idea, no solo porque no cuadraba en mis protocolos sinó porque no me gusta que al cabo de dos minutos de conocerme un cliente me vea ya desnuda, anulando todas las posibilidades de seducirlo poco a poco quitándome las prendas por partes; pero más que seducción lenta ví que lo que Eduardo estaba pidiendo era un polvo rápido, así que continué adelante con mis intenciones de asearme al llegar.

Por aquellos entonces no podía permitirme dejar de trabajar cuando tenía el periodo, una compañera me había descubierto la existencia de las esponjitas vaginales, y aunque no era una solución que me convencía,  la presión con las deudas que tenía no me dejaba lugar a poder tomarme esos días con tranquilidad, así que aparte de la ducha una vez entrada en la habitación del cliente me tocaba recordar meterme el invento ese para que todo fuera bién.
El ritual de la esponjita era especialmente más laborioso en la fase del después que en la del  antes, ya que tampoco tenía práctica en el rescate de ese elemento de dentro de las profundas cavidades de mi vagina. Para que os hagáis una idea los que nunca habéis visto una de esas esponjitas es una especie de tampón sin hilo pero de un material más suave, cosa que hace que nadie más que la que la lleva lo sepa y pueda mantener relaciones sexuales sin que la sangre salga al exterior ni haya ningún signo aparente de su estado menstrual.
Con este invento descubrí la sorprendente longitud de mi vagina, sus recovecos, la similitud que tiene con una cueva donde en cualquier rincón puede quedarse una atrapada. Una cueva de paredes flexibles pero fuertes, un lugar al que no había prestado tanta atención desde que parí.
En el último rescate de esponjita había acabado pensando que debería de introducirme en las técnicas del fisting* si decidía continuar usándolas y se sucedieron un seguido de acontecimientos que cada vez que relato entre compañeras y amigos de confianza desato  carcajadas y signos de sorpresa e incredulidad. Nada, lo siento, mi lado campechano parece potente pero no lo es lo suficiente para revelaros más detalles, solo imaginaros que mucho más adentro de lo que penséis que podéis llegar por los túneles que van dirección al útero se os queda un escurridizo trozo de unos cuatro o cinco centímetros de una esponja atrapada y en ese fondo las paredes se empeñan en retenerla como si se tratara de un tesoro, yéndose cada vez más adentro como más te esfuerzas en cogerla.
Descubrí tarde que la esponjita no debe introducirse hasta el fondo más fondo de buen inicio y que una vez lo has hecho si pasas toda una noche seguida de polvo tras polvo y te olvidas de ella es posible que por la ley del “empuja y tira pa’ dentro” el cacharro se haya buscado un hueco donde no llegan los dedos por mucho que los estires, vamos, creo que no llegaría ni el inspector Gadget con su ingenioso “Gadgeto brazo” ¿os acordáis?.

Punto y a parte, volvamos con Edward, que tenía prisa.
Abrí la puerta de la habitación después de superar las pruebas de entrada  al hotel, deslizándome por el hall como una infiltrada que va a realizar una misión secreta, y detrás me esperaba mi cliente con sus ojazos azules, los cuales me hipnotizaron y distrayeron  unos instantes antes de empezar con el show.

Unos ojazos de campeonato, muestras de educación y delicadeza, una personalidad más bién retraída, mucho orden y respeto y bastante misterio, esto es lo que recuerdo de mis primeras impresiones con Eduardo. Luego la ducha y la esponjia con un poco de estrés y preocupación por mi parte y seguidamente le tenía tumbado en la cama enfrente mío.
Le pregunté si había estado antes con una escort, ya que quería delimitar la inseguridad que me mostraba y me respondió que sí, pero más tarde descubrí que no era cierto. Qué lástima!...hubiera facilitado mucho las cosas, pero le avergonzó sincerarse, así que eché mano de mi frescura y me puse manos a la obra sin darle muchas vueltas, ofreciéndole un poco de masaje para romper el hielo. No recuerdo si lo aceptó, pero al cabo de un minuto ya tenía su miembro en mi boca y le practicaba una felación que le resultó muy placentera. También lo besé en la boca y se me quedó gravado el cariño con el procuró tratarme y hacerme sentir cómoda. De vez en cuando me sumergía en la profundidad del azul de sus ojos y me dejaba seducir por su amabilidad. Por breves instantes ese azul y esos signos de quererme hacer sentir cómoda me permitían evadirme y llenar mi estado de encanto y magia. Siempre me agarro a esos signos que me llevan a estar enamorada del cliente y de la situación, esos signos que generalmente no son físicos y me permiten ser su más entregada amante durante el rato que soy contratada.

Seguí con la felación llevándolo al éxtasis, le gustaba así y pronto me avisó de que llegaba al final, sin aceptar la idea de correrse en mi boca (por eso me avisaba...!), como si correrse en mi boca se tratara de una falta de respeto o una cosa de degenerados.
Nunca me ha chiflado tener el semen de mis clientes en la boca, es una de esas cosas que ni me va ni me viene, tiene su morbo y me trae pensamientos interesantes respecto a lo que he leído sobre las tigresas blancas**, pero no es algo que pondría en la carta de los reyes magos (jajaaa…: “Queridos Reyes Magos, como este año he sido muy buena os pido que me traigáis mucho clientes que quieran correrse en mi boca…”) o quizás no es una de las que pondría en mi lista de prácticas favoritas dentro de mis relaciones laborales, pero nunca me ha resultado desagradable ni me había parecido que alguien lo pudiera ver como una falta de respeto o una guarrada de degenerados.
Pero tenía delante un cliente con prisas y justamente lo último que debía esperar él era que yo le soltara un discurso sobre los prejuicios y los tabúes en las concepciones subjetivas  de las prácticas sexuales, así que dejé que proyectara su corrida al viento y se esparciera por su barriga alegremente.

Luego saltó a la ducha casi sin comentar la jugada, solamente me dió la información suficiente para que yo me quedara tranquila, estaba colmado de placer y convencido de que mis labios eran los más hábiles que se había encontrado nunca.
Su salto casi inminente a la ducha me recordó de nuevo sus prisas y salté yo también a asearme para desaparecer pronto y dejarle seguir su camino.

Mientras me ponía los zapatos vi que él ya estaba listo y situado enfrente mío me miraba fijamente. Me incomodó, pensé que era una forma de mostrarme su urgencia por quitarme de en medio y le comenté que intentaría aligerar, a lo que él, preocupado me respondió: -“No, tranquila, no hay prisa, me gusta mirarte, tómate tu tiempo.” Y aquí yo empecé a dudar, ¿quería realmente que me fuera corriendo o no? Le quedaba más de media hora pagada y me había adelantado ya una buena propina, ¿no querría aprovecharla? Total, que nunca me ha gustado irme con muchas dudas de una cita y intenté aclarar el tema, a lo que descubrí que era su primera cita con una profesional del sexo y no tenía ni idea de cómo funcionaba el tema. ¿Sabéis esas cosas que todos sabemos sin prestarle atención por la experiencia...esas cosas que todo el mundo en algún momento debe descubrir pero para ti ya forman parte de mecanismos inconscientes? Pues Eduardo necesitaba alguna información muy básica y se la intenté dar. Ahora lo que veo es que sus conclusiones fueron algo así como: “Ya me he corrido, pues se debe de terminar aquí el servicio…”.

-“Esque no sé cómo va exactamente, no sé lo que se puede hacer o lo que se debe hacer…”, me comentaba avergonzado y perdido.

-“Mira, en una cita puedes hacer muchísimas cosas con la escort que has contratado, lo más importante es que antes te asegures de que la escort practica el tipo de servicios que quieres –griego, francés natural, fantasías,etc.-, pero la hora que has pagado es tuya, yo soy completamente tuya durante este rato que nos queda y podemos tomar una copa de cava para celebrar habernos conocido, jugar una partida de ajedrez, hablar, pasear, hacer macramé…lo que quieras, pero si quieres me voy y no deberías de sentirte mal por eso, tú mandas y dentro de la amabilidad y el respeto que me has ofrecido debes procurar tu satisfacción y bienestar. Las escorts no sólo ofrecemos sexo, muchas tenemos el servicio GFE (GirlFriend Experience), lo que quierer decir resumido que puedes plantearte casi cualquier cosa que desearías hacer con tu novia. Dispones durante el rato que me has contratado de una novia sexy, calentita y sin prejuicios, de una mujer inteligente y comprensiva para charlar, en fín, de una compañera  todoterreno que tanto puedes llevar de aventuras al fín del mundo como a una cena en un restaurante de lujo.”
Y aquí vino la razón de este escrito, una respuesta que nunca olvidaré, algo que no me esperaba, unas palabras que salieron de su boca con una entonación llena de ilusión y timidez a la vez, una frase que me lanzó siendo espontáneo por primera vez conmigo como un niño y me conmovió, os la escribo entre escalofríos, me preguntó:
-“¿Te puedo hacer el amor?
Y aquí, yo totalmente descolocada, emocionada y sorprendida la cagué un poquito soltando una gran carcajada, llena de ternura pero sin dejar de ser una carcajada en un momento delicado, hasta que ví su rostro expresivo y corté la risa en seco para pedirle disculpas.

Lo arreglé acercándome a sus labios despacio mientras le miraba intensamente a los ojos (Dios!qué ojos!!) para besarle ya un poco más cercana y invadida por esa emotividad que me había despertado su sinceridad y su inexperiencia y nos volvimos a desvestir y ensuciar , cosa que no nos importó lo más mínimo.

Pero como esto no es Pretty Woman, y yo no pretendo mostrar verdades dobladas como hizo el guionista de esa película , os contaré un final real, el final que tuvimos. Que no me quiten mi realidad, que no me la pinten ni intenten idiotizarme, por favor, así como no acepto la cordura en mi vida sin darle rienda suelta de vez en cuando a mi arrebato, no acepto que me intenten pintar la vida de rosa asesinándole su crudeza, ni acepto el yin sin su yan. Dixi, coño.

Me la metió desde detrás, yo medio apoyada en la cama rezaba porque la esponjita estuviera cumpliendo su cometido cuando Eduardo paró un poco y me comentó preocupado que así tardaría siglos en correrse, es decir, con el coito se alargaba más el proceso que con la felación. “Mierda, pensé, con lo lejos que habíamos llegado, tonto, si te quedan más de veinte minutos, ostias, porqué no te sueltas y disfrutas? Porqué no se te contagia un poco mi “rauxa”…?”

Empecé a maquinar posibilidades, se me pasó por la cabeza alguna postura con la que le rompería los esquemas porque se hubiera corrido cuando yo quisiera. También pensé en despreocuparle, intentar que se relajara o volver a la felación, pero simultáneamente a mis pensamientos el ya había pasado a la acción, una acción muy simple que era salir de dentro mío, lo que puso delante de sus narices algo que le alarmó más de lo necesario: una gotita de sangre en la punta del condón. Una maldita gotita que para él fue la gota que colmó el vaso, ya que supongo que imaginó que detrás de una gota puede venir un río.
La esponjita había permitido un apaño, pero no era miraculosa.
Propuso parar y volvimos a la ducha, mientras me juraba a mí misma que por muchas deudas que me persiguieran no volvía a coger un servicio exprés ni volvía a trabajar con la regla.

Ya no había forma de arreglarlo ni de saber cuáles serían las conclusiones finales de Eduardo, no iba a intentar disfrazar la situación, con mis disculpas era más que suficiente, no se puede volver el tiempo atrás ni torturarse pensando en los “y si…”, así que me vestí y me fui tan elegantemente como pude. No pareció enfadado ni por casualidad, intentó mostrarse comprensivo, era de los míos, poco amigo de los conflictos y malos rollos y supongo que en parte vió mi actitud de preocupación y lo sucedido estaba todo dentro de una cierta normalidad aunque envuelto en sus prisas e inseguridad y mi gran capacidad por estresarme y sentirme culpable.
No lo volví a ver, lo tenemos difícil ya que dejé pronto la agencia a través de la cual me contrató. A veces pienso con insistencia en él voluntariamente, ya que eso a veces me ha hecho reencontrarme con personas. Intento pensar en qué debió pensar al marcharme yo, pero no le doy más vueltas y me recito su frase como un mantra, ¿te puedo hacer el amor?.
Claro que puedes, Eduardo, y si lees esto, llámame.
Fosca 675.62.32.18
09/07/2014

*fisting: http://es.wikipedia.org/wiki/Fisting


diumenge, 6 de juliol del 2014

TRÍO CON MAR

Hace poco hice mi primer trío. En la experiencia descubrí muchísimas cosas pero lo que más destacaría es la conexión con la escort que participó conmigo en ésta aventura: Mar Fontes. Nos unimos totalmente en una espiral de exploración, de ganas de hacer disfrutar a nuestro cliente, de necesidad de descubrirnos...en un sinfín de acciones, sentimientos, sensaciones y placer que no había experimentado nunca.
Os presento ésta expe como homenaje a nuestro gran suceso y con intención de inmortalizarlo. Si tuviera que elegir una palabra que lo resumiera sería ESPECTACULAR, así, en mayusculísimas.

Concertamos la cita con bastante rapidez, yo estaba en mi apartamento cuando recibí la llamada de Mar con su propuesta;  "genial!" pensé, y al terminar mis quehaceres salí pitando hacia el punto de encuentro.
Nos encontramos con alegría, ya sabemos que hay buena conexión, pero con las dudas de cómo sería nuestra puesta en escena juntas por no haberlo probado antes. Pudimos hablar un poco de detalles mientras ella terminaba de acicalarse y se ponía de una forma curiosa sus prendas; en ésta parte descubrí que todas tenemos nuestras ceremonias de preparación y manías ya que hubo algún detalle que no acabé de entender, pero me pareció puro ritual -precioso- y no quise mostrarle mi extrañeza, yo también tengo los míos y no hay lógica que valga. Mientras ella se ponía sus medias no pude evitar dejarme llevar un poco por la atracción de sus infinitas piernas, una de las partes de su cuerpo más brillantes por las que empecé a desear perderme; mientras iba de un lado para otro me permitió ser espectadora de un "desestreaptease" de lo más sexy y provocador que he visto...sin saberlo ella empecé a observar también la redondez perfecta de sus pechos, qué bonitos! ....el tono de su piel y la delicadeza de sus dedos empezaron también a embriagarme un poco...bueno, quizás más que un poco porque se me llegó a pasar por la cabeza de proponorle que empezaramos nuestra cita sin esperar al cliente,  pero preferí continuar dejándome fascinar por cada rincón del cuerpo que poco a poco iba tapando con prendas de lo más refinadas y insinuantes. Imaginaba ya cómo se las quitaría, me alegraba tener permiso para poder acariciar esa piel y me sorprendía como mi cuerpo se iba despertando y encendiendo lentamente sin que ella lo supiera..o quizás sí.

Las dos preparadísimas esperamos en el sofá, el cliente se retrasaba, pero eso me dió un poco de margen para terminar de relajarme, ubicarme y preparar mi disposición mental a la nueva situación que iba a vivir. Hay momentos muy especiales en el desarrollo de éste trabajo, y la espera de la persona que nos contrata es uno de ellos. Nuestra concentración y disposición es especial, creamos un clima específico para que cuando llegue ninguna preocupación más que satisfecerle nos ocupe la cabeza. Es complicado encontrar ese equilibrio entre disfrutar y recordar que estás trabajando y a mí me gusta mucho elaborar sobretodo esos instantes antes de abrir la puerta para conseguir acercarme lo máximo posible a lo que el hombre que la cruzará necesita.

Wernher llegó y lo invitamos a sentarse en el sofá entre nosotras. Tras intercambiar cuatro palabras efímeras que intentamos que hicieran de puente entre su llegada y el desarrollo de la acción, él y Mar empezaron a besarse. Yo comencé a acariciarle las piernas a Wernher hasta llegar hasta su sexo y comprobar que estaba ya como una piedra.
Empezamos a enredarnos alternando besos entre los tres, toqueteos y desprendimientos de ropa mientras lo ibamos arrastrando hacia la ducha, cosa que parecía difícil hasta que propuse que nos metieramos los tres. La idea les gustó ya que el espacio era bastante reducido y se asomaba la posibilidad de tener que hacer alguna acrobacia divertida o mantenernos extremadamente pegados, aunque tengo que decir que en primera instancia Mar me miró un poco dudosa...creo que leí su pensamiento: "¿los tres ahí dentro, Fosca?..estás como una cabra, pero mola, venga!.."..y mientras Wernher y yo nos comíamos otra vez los labios ella le enjabonaba meticulosamente y con cariño todo el cuerpo, especialmente la parte que más iba a usar.
Costó entrar en la ducha y costó salir pero nos encontramos en la cama ya un poco más deshinibidos (Wernher era bastante tímido, necesitaba su tiempo) y de ésta fase me quedaron gravadas una imagen y una situación: yo tumbada con la cabeza al lado de la del hombre viendo desde su perspectiva a Mar cabalgándolo con toda su sensualidad y poderío; hice una de éstas fotos que sólo se pueden guardar en la retina y pude vislumbrar la belleza que reciben los hombres al tener una mujer en esa posción.
La situación gravada fué la de Mar y yo dejándonos llevar terminando sin haberlo planeado realizándole a Wernher la felación más extasiante que os podéis imaginar: nuestras dos bocas y lenguas recorriendo a ritmo acompasado su miembro mientras gemíamos de placer  y morbo hasta su corrida, que fué brutal.
Wernher tuvo el aguante para que todo culminara cuando él quiso, decidió cuando iba a estallar para prolongar esa experiencia que estaba viviendo al máximo; me sigue sorprendiendo cómo desarrollamos nuestra fuerza de voluntad cuando nos da la gana controlando nuestras pulsiones físicas hasta un nivel que cualquiera consideraría admirable.
A cada instante se sucedieron las escenas más eróticas que podáis imaginar, destaco también una en la que Mar y yo estabamos sumidas en nuestras carícias y contemplé la cara de fascinación de Wernher siendo espectador de la escena. Yo sentía el placer de Mar al recorrer con mis dedos su vulva húmeda, al meterlos en su vagina mientras ella se movía en un baile y contoneo rítmicos; cerrabamos los ojos y mostrabamos una expresión de éxtasis puro, yo celebraba poseer esa habilidad para poder localizar ciegamente su clítoris hinchado y sus zonas más erógenas y ella se dejaba llevar recorriendo también mis lugares íntimos, qué profunda excitación..!

Los únicos detalles negativos de lo vivido: primero que me entró semen en los ojos y os aseguro que duele como si te hubieran pegado un puñetazo o te hubieran echado pólvora. Aquí una novata a quien le han contado que éste líquido es hidratante y rejuvenece la piel pensó que si tenía éstas propiedades no podía ser malo, al contrario, seguro que iba bién para todo...jajaa..no fué así, la vista no la mejora, casi me quedo ciega!
El segundo punto negativo: la rabia de darme cuenta de todo el tiempo perdido, tantos años en los que podría habérmelo pasado en grande realizando tríos, cuartetos y orgías...pero una procede de una familia que se encargó de que ni se me pasara por la cabeza.
De repente, no sólo había descubierto el sexo en grupo sinó el sublime placer de volver a tocar a una mujer, dejarme seducir por ella, imaginar las sensaciones que le produciría mi tacto en su sexo, cosa que me da mucha pena no poder adivinar de una forma tan precisa cuando toco a un hombre por no haber dispuesto yo nunca de una hermosa polla.
Y así, con todo éste mejunje de emociones me volví para casa con los ojos rojos, el cuerpo agotado y mis interiores eufóricos como nunca.
Me encantaría ahora escuchar a Wernher relatándole su experiencia a alguno de sus amigos, estoy segura de que nunca olvidará esa hora larga con dos tigresas entregadas a él.
Realmente la situación fué bastante explosiva, Mar es un huracán y yo un terremoto, pero ambas somos apasionadas de vivir nuestro trabajo con una entrega especial porque no solamente nos gusta la profesionalidad sinó la alegría de la vida y el sexo. Somos dos enamoradas de ver a nuestros clientes marcharse con una gran sonrisa, flotando, rejuvenecidos y más altos y guapos (en serio, no estoy vacilando, salen así!!) y creo que a veces rozamos ambas un perfeccionismo en lo más importante de éste trabajo: la autenticidad.
Acabo aquí éste homenaje a nuestra fantástica experiencia y a mi primer trío y empiezo un camino con una mujer que no deja de sorprenderme, gracias Mar!